
Por Ximena Ortíz Crespo
Antropóloga
Exclusivo para Cybertour
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La denominada Ruta del Sol es la carretera que bordea el mar hacia el noreste. Esta ruta ya es famosa, y las autoridades ecuatorianas de turismo están empeñadas en mejorarla. Ciertos tramos se están ampliando a cuatro carriles.
SALINAS (Ecuador), 01 de Octubre de 2009.- Ir a Salinas por un par de días resulta muy cómodo si se viaja desde Quito, la capital del Ecuador. Es necesario primero tomar un avión que sale cada hora a Guayaquil y luego una furgoneta que demora, aproximadamente, dos horas.
La vía de Guayaquil a Salinas debe ser una de las mejores que hay en el Ecuador. A mí me intrigaba mucho ver cómo estaba la provincia de Santa Elena, la provincia más reciente del Ecuador, a la que no había visitado en años. Esta provincia, luego de pertenecer por toda la vida republicana a la provincia de Guayas, fue “desmembrada”, en un acto político del Gobierno de Rafael Correa en el 2007. Ahora es una provincia autónoma, cuyas hermosas playas eran vistas antes por los “upper class” guayaquileños, como su cancha de juegos.
Este es un lugar que casi no visitamos los capitalinos, porque nos resulta lejano. Nosotros, los quiteños, vamos más fácilmente a las playas del noroccidente del país, a la bella Esmeraldas, que queda relativamente cerca y en donde el calor del clima y del agua están asegurados. Pero, como esta vez lo que buscaba era descanso y quietud, Salinas fuera de temporada era una excelente opción.
Esta dinámica ciudad de la costa pacífica se caracteriza por ser el balneario más antiguo de todo el litoral. Mis papás estuvieron allí para su luna de miel hace casi 70 años.
Salinas está en la puntilla de Santa Elena, en el lugar más occidental del Ecuador. La Provincia, a pesar de estar en plena zona tórrida, no tiene un clima tropical al recibir entre agosto y noviembre la corriente marina de Humboldt, que viene desde el sur, lo que hace que baje la temperatura del agua y el ambiente.
La temporada playera comienza en noviembre y dura hasta abril. El mejor momento para visitar estas playas es de enero a abril, cuando la corriente caliente de El Niño se desplaza desde Panamá trayendo agua tibia y creando una atmósfera húmeda. Datos del Mintur señalan que hasta 80 mil turistas visitan esas playas en temporada.Salinas era hace muchos años un lugar de extracción de sal.
Esa actividad, unida a la tala de su vegetación original y a la producción de petróleo, la convirtieron, igual que al resto de la peninsula, en una zona extremadamente árida. Sin embargo, hoy se puede observar recorriendo la zona que además del gran desarrollo turístico de edificios para departamentos vacacionales y hoteles, pronto la península se convertirá en un lugar de desarrollo agroindustrial porque parece que empiezan a llegar los beneficios de la represa Daule-Peripa instalada hace ya casi 20 años.
Algunos campos que se divisan en la población de Sucre, son de un hermoso verde obscuro y los estudios muestran la factibilidad de cultivar uva, espárragos, banano, pimiento, melón, sandía y pimienta negra, entre otros productos.
EN LA
PUNTA
DEL
CUERNO
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Me hospedé en el hotel más antiguo de Salinas, el Hotel Yulee, que queda en la zona de Chipipe en la punta del cuerno que forma la bahía. Amable y pacífico. Con comida deliciosa y atención exquisita, este hotel está administrado por gente local, que conoce el verdadero sentido de la hospitalidad y tiene la experiencia de haber atendido turistas por décadas.
Me propuse entrar al mar, pero el clima y el agua estaban fríos, así que opté por recorrer la Ruta del Sol, que es la carretera que bordea el mar hacia el noreste. Esta ruta ya es famosa, y las autoridades de turismo están empeñadas en mejorarla (hay tramos en donde la están ampliando a cuatro carriles).
Tomé un bus local que me llevó primero a Santa Elena y luego a La Libertad, una ciudad de inusitado movimiento comercial. Luego fui observando los pueblitos de la zona, frente al mar, todos con infraestructura turística: San Pablo, San Pedro, Valdivia y Libertador Bolívar.
Sin lugar a dudas esta zona es muy rica en muchas formas. Además de la riqueza pesquera, cuyo centro es un pueblito llamado Santa Rosa, la zona tiene una variada oferta turística en cuanto a una importante infraestructura hotelera que puede observarse través de la ruta que bordea las playas del Pacífico y que comienza en la península de Santa Elena y llega hasta la provincia de Manabí, al norte.
Por iniciativa de la administración turística estatal, y en colaboración con las autoridades de Colombia y Perú, se está cambiando el nombre de la ruta a “La ruta del Spondyllus”, por la importancia de esta concha marina en las culturas precolombinas.
Además de la profusión de especies para la pesca, y el turismo, este corredor turístico es muy pintoresco, pues ofrece una gran variedad de recursos para la gastronomía, la arqueología, la antropología, la artesanía y el ecoturismo.
Es interesante constatar que los pueblitos de pescadores tienen los nombres asociados con la independencia del Ecuador: La Libertad, Sucre, Libertador Bolívar, etc.
Volví a Valdivia, después de al menos dos décadas, y encontré que el museo con las piezas descubiertas hace muchos años, todavía no tiene una exposición científica. Los lugareños han logrado clasificar con ayuda de arqueólogos unas bellísimas piezas de varias culturas que habitaron sucesivamente el lugar; hay ahora la esperanza que la comuna local pueda gestionar recursos del Estado para ofrecer al turista, al estudiante y al especialista una clasificación más sistemática de la riqueza encontrada. Una muestra de un entierro local se puede observar en la parte trasera del sitio arqueológico.
En el museo comunitario de Valdivia, se puede constatar la gran riqueza arqueológica de la región, desde la antiquísima cultura de Las Vegas (8.000 a 4.000 a.C), pasando por las figuritas cerámicas de las venus de Valdivia (4.200 a 1.500 a.C.), Chorrera, Machalilla (4.200 a 500 a.C.), Guangala-Jambelí (500 a.C. a 800 d.C), y Manta-Guancavilca (800 a 1.200 d.C). El lugar muestra la ocupación sucesiva de grupos humanos que habitaron esta área desde 4.200 hasta 1.200 d.C.
De la cultura Las Vegas, que está considerada la más antigua de América del sur, existen utensilios de piedra y hueso. La guía del museo me explicaba que en el sitio de Las Vegas se encontraron estructuras orgánicas de mates y zapallos que fueron las primeras plantas domesticadas, lo mismo que de yuca y maíz. Pero en la variada colección de las famosas “venus” de Valdivia se encuentra probablemente la atracción principal del museo. Figuras pequeñas —de no más de 10 cms. de alto— de mujeres con hermosos tocados, que muestran sus cuerpos desnudos, unas delgadas y espigadas, otras más gruesas, a veces preñadas, adolescentes y adultas, se ha encontrado por millares.
Una buena muestra de ellas se encuentra en el museo comunitario de Valdivia. La abundancia de estas figuritas, le dicen a los arqueólogos que probablemente a la sociedad de Valdivia la regía un matriarcado.
No encontré en el museo piezas arqueológicas hechas de spondyllus, probablemente porque son tan apreciadas aún ahora y probablemente desaparecieron o fueron comercializadas a turistas y coleccionistas.
Sucede ahora algo parecido a lo que narra el arqueólogo Antonio Fresco sobre las sociedades precolombinas de Santa Elena, aunque con un diferente contenido simbólico.
Oigamos a Fresco: “Para las sociedades de entonces, las conchas marinas constituían un material muy valioso. Los grandes caracoles marinos servían como trompetas, utilizadas en ceremonias religiosas. Se les consideraba también símbolo importante de la fertilidad masculina y servían de ofrendas a los dioses. Otras conchas eran apreciadas por su brillo y color, y con ellas se elaboraban ornamentos personales muy codiciados y diversos objetos de culto. Por sobre todas era estimada la concha de una ostra espinosa de la especie spondylus princeps (mullu, en quichua). Su bello color rojo sangre, su brillo y su forma particular, acaso permitía una identificación con una vulva femenina, por lo que era considerada como elemento propiciador de la fertilidad, de la lluvia y del agua de riego y de la reproducción de los seres humanos, los animales y las plantas. Por su valor simbólico, se la creía el alimento preferido de los dioses e irreemplazable como ofrenda en los lugares de culto. Los hombres y mujeres, a imitación de las divinidades, gustaban adornarse con objetos manufacturados con ese material. Todas estas características permitieron que esta concha no sólo sea una importante mercancía comercial, sino medida de valor y medio de acumulación de riqueza".
UNA IMPORTANTE
INDUSTRIA DE
EXTRACCIÓN Y
MANUFACTURA
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La spondylus princeps sólo vive en las aguas cálidas del Pacífico, desde lo que hoy es el Ecuador hasta México y, por esta razón, las poblaciones situadas al sur del Ecuador eran abastecidas desde la costa ecuatoriana, lo que se convirtió en una importante industria de extracción y manufactura, para exportarla a lugares distantes en Perú, Chile y Argentina. De hecho, recientes descubrimientos en Quito muestran las tumbas colectivas de varios personajes profusamente adornados con ponchos fabricados de concha spondylus.
El área tiene aún las condiciones favorables que le hicieron en su tiempo ser un buen asentamiento para los humanos: clima temperado, una vegetación abundante, ríos y el mar, todo lo que favorecía a la vida de una sociedad que recolectaba frutos y podía cazar y pescar una diversidad de recursos.
Estas condiciones hicieron que las culturas que se asentaron allí pudieran tener relativamante una cómoda subsistencia, se volvieran sedentarias y dejaran atrás su vida nomádica. Por ello, desarrollaron la agricultura y la consiguiente cerámica —que de acuerdo a las investigaciones arqueológicas, fue la primera en aparecer en el continente americano—.

FIGURAS
ADORNADAS
PROFUSAMENTE
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En el museo de Valdivia existen también piezas de tiempos posteriores, figuras de mercaderes y de shamanes manteños, todas adornadas profusamente. Estas se pueden encontrar en otros museos ecuatorianos en tamaños de hasta un metro de alto. Cuatro de esas figuras fueron descubiertas hace varias décadas por los pescadores de una playa, pues se mostraron de repente, como una aparición en el momento de la resaca.
Esas piezas las tiene el Museo del Banco Central en Quito. En este museo se exhiben también réplicas en miniatura de las famosas embarcaciones hechas de balsa (Ochroma piscatoria) y cuerdas de algodón, que impresionaron a los conquistadores españoles, por estar cargadas de tesoros, por viajar a enormes distancias y por ser muy livianas y fáciles de maniobrar.
Estas balsas fueron usadas para el intercambio comercial con culturas desde México hasta Chile y con frecuencia estaban cargadas de “mullo”, la famosa concha spondylus (Spondylus princeps), que parece haber sido la moneda de la época.
Si el visitante pone atención, podrá observar que los rasgos físicos de las personas que viven en Valdivia (y por cierto, los de los habitantes de toda la Península) siguen siendo los mismos que se ven en las figuras arqueológicas.
Una pequeña industria de réplicas de figuras precolombinas se ha instalado al lado del museo. Allí el turista puede encontrar desde la Venus pequeñita, hasta sellos para pintura corporal, máscaras humanas y animales y gran variedad de copias de las piezas originales.
Una0 vez terminada mi visita al museo y a la familia que hace las réplicas, me recomendaron ir a Libertador Bolívar, un pueblito que está viviendo de las artesanías de madera, paja toquilla y otras fibras vegetales. Los finísimos sombreros de paja toquilla que se fabricaban allí antiguamente ya no se hacen. En su lugar hay sombreros de menor valor, pero de buena “pinta”. En los puestos de ventas que se suceden al filo de la carretera se pueden encontrar lámparas, hamacas, carteras y canastas de muchos tamaños y formas. Las canastas de fibra de banano son especialmente bellas y bien diseñadas: hay paneras, fuentes, cajas, macetas, etc.
Caminando por la playa de Valdivia, apartándonos un poco del centro, uno de los lugareños me mostró huellas de venados, lo que me sorprendió gratamente, porque nunca me imaginé que podian haber venados salvajes en una zona habitada por humanos durante siglos. Pero la naturaleza sigue mostrando su fuerza a pesar de todo el avance de la infraestructura hotelera.
En la noche se oye a los monos aulladores, y se puede ver fácilmente una especie de sapo enorme, de al menos una palma de alto que hace un sonido de tonos bajos. Es el Bufo Marinus. Las iguanas, lagartijas salamanquesas son comunes, pero en las zonas montañosas hacia el continente, se pueden encontrar serpientes corales y víboras “X” !!!
Las aves son, sin embargo, la mayor riqueza de esta zona por su variedad; hay pelícanos, garzas, patos silvestres y piqueros de patas verdes, pero también gallinazos, pequeños buitres, gavilanes, águilas pescadoras, lechuzas, búhos, urracas y otras como la frejolera, garrapatero, bujio y azulejo. Los científicos ansían reintroducir la fauna original de la zona como el tigrillo, los conejos de monte las ardillas, los zorros marsupiales, la comadreja de cuatro ojos, el oso mielero y el armadillo.
No alcancé a ir más al norte, al afamado pueblo de Montañita, adonde van los jóvenes en búsqueda de acción, famoso por el surfing, pues se realizan campeonatos constantemente, y en donde hay lugares para acampar. Según los lugareños vale la pena visitarla porque hay una buena infraestructura hotelera, con precios para todos los bolsillos.
Tampoco tuve tiempo para observar el Museo "Los Amantes de Sumpa", en el pueblo de Santa Elena, construido por el Museo del Banco Central durante la dirección de Hernán Crespo Toral. Es famoso porque muestra la tumba de un hombre y una mujer abrazados a quienes la gente fabula que tenían un amor prohibido.
Mis amigos arqueólogos dicen que es el mejor de la península en este momento, porque además de esa tumba, allí están los restos del hombre más antiguo del Ecuador.
Al volver a Salinas, en la tarde, paseando por el malecón advertí que los restaurantes ofrecían cebiche de pescado, camarón, Spondylus, langosta azul, cangrejo relleno, conchas asadas y arroz con calamares. Opté por la langosta. Estuvo deliciosa. Mientras comía observaba cómo los pescadores venían a dejar una variedad de pescados, deliciosos si son acompañados de arroz y patacones.
Decidí no comer spondylus como una declaración de amor por este molusco que es un manjar, pero proviene de una especie en peligro de extinción.
Así que buscando la huella de la Spondylus princeps, encontré que esta rica provincia de Santa Elena tiene una refinería de petróleo, una universidad, un aeropuerto y un puerto marítimo. Los siglos de vida de esta maravillosa península, la hacen extremadamente interesante y un lugar bello para vivir y pasar vacaciones. Desde las culturas primigenias, pasando por la época colonial en donde se explotaba brea artesanalmente, hasta la era petrolera, la expansión hotelera, el desarrollo artesanal, esta hermosa zona sigue mostrando lo complaciente que es esta tierra con las personas que la habitan y visitan.
¡La bondad de la naturaleza peninisular va de la mano con la gentileza de su gente!
Apenas pueda volveré a esta tierra bendita. Me encanta que a mi paso la gente me diga cómo llegar a un sitio diciéndome: “¡Pero, madre, sólo tiene que tomar el bus que le lleva a Valdivia!”; o que se preocupen por mi bienestar diciéndome “¡Niña, póngase un sweater porque hace viento a esta hora”.
¡Gracias, península, por brindarme tu hospitalidad!

La spondylus princeps vive en las aguas cálidas del Pacífico,
desde el Ecuador hasta México.
Las poblaciones situadas al sur del Ecuador eran abastecidas
desde la costa ecuatoriana;
se convirtió en una importante industria de extracción y manufactura,
para exportarla a Perú, Chile y Argentina.
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Caminante, sí hay camino...
"se hace turismo al andar".
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